Expuesto
como una gaviota se expone
a la eternidad de las ventanas.
Aquí,
estoy acariciado por el día,
por el suave telón de "el creer".
Abro los brazos
y los vuelos quedan pasmados,
abro los ojos
y la tarde se transformó.
Y viene a mi,
calbalgante y sonriente,
con espadas y sombras enormes,
la conformidad.
Porque sé que me amas,
quizás,
no tanto
como se destrozan estas alas
en todos los cielos tuyos.
Te amo aferrándome
a las caracolas
que de tu orilla penden.
Te amo
colgando de tus zarcillos
para caerles ligeramente
a tus hombros.
Te amo
patéticamente,
con un teclado,
medio libro a medio escribir,
una casa de alquiler inmaculada,
una ostia antigua de dolor,
un dios invertebrado
anclado en el pecho.
Y te amo al fin,
con un contrato
que con costumbres de aguaceros
clausuró nuestras cerraduras.
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