He de seguir
el son raído
de tus piernas…
Sobre la mesa
restan los latidos
de un par de tazas de café frío.
Por eso muerdo las sillas
y tus sombras corren de mí…
Te nombro única
y se multiplica la ausencia.
Entonces vuelvo a las letras,
- Y anuncio:
repudio mis letras
cuando la vida de tu espalda
se me hace un verso imperceptible-.
El vino me aúlla,
el computador receloso gime.
Y yo,
sólo tengo la certeza,
que este,
nunca será un poema
para ti.
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